Uno de los sucesos más curiosos de la Primera Guerra Mundial se
dio en los primeros meses, específicamente el 24 de diciembre de 1914. La frase de “volveremos antes de navidad” era
solo una ilusión; los hombres estaban por primera vez en diciembre fuera de
casa. En el frente de Ypres, Francia, la séptima división de húsares británicos
que defendía Northumberland escuchan movimientos de muchas personas en el
frente enemigo. Además, una luz difusa se percibe cada vez que alguien entra o
sale de las trincheras alemanas. El centinela Tom Brough piensa qué redactará en el parte, pero una duda lo
asalta: ¿debería avisar el movimiento inusual de hombres en la trinchera
enemiga antes de que sea demasiado tarde? Mientras piensa que hacer, varias
lucecitas se elevan en la trinchera alemana; no son bengalas porque apenas se
alzan un metro encima del suelo. Muchas mas luces se ven, hasta que se divisan
árboles de navidad en las filas alemanas; también se escucha la clásica canción “Noche de paz”.
Así fue como inició un hecho único en la guerra: soldados enemigos
confraternizarán las siguientes horas. Se regalarán productos, se mostrarán
fotos de novias, esposas, hijos, madres, intercambiarán bebidas, cantarán
villancicos y hasta jugarán un partido de futbol. La tierra de nadie es ahora
la tierra de todos. Una decisión que se tomó sin el aval de los altos mandos,
que disfrutaban de oficinas espaciosas, recámaras cómodas y calientes; esto fue
respaldado por los mandos medios, los de bajo rango. Al caer la tarde del 25 de
diciembre cada quien regresa a su trinchera.
Pero la noticia corre como reguero de pólvora. En los dos bandos
confraternizar con el enemigo es un delito de alta traición. Se confiscarán las
fotos de ese momento, aunque muchas de ellas llegarán a la prensa. Se
censurarán cartas relatando lo sucedido y se evitará que en futuras ocasiones
algo así pudiera suceder.
Este suceso ha sido usado durante muchos años como una muestra de
cómo la navidad une a las personas; aquellos enemigos se vuelven amigos de
forma milagrosa; ahora sí todos somos hermanos. Sin embargo, estudios recientes
han mostrado que más que una toma de conciencia de los soldados ante una guerra
que no era lo que esperaban, fue un arrebato de sentimentalismo de ambas
partes, sin cambiar realmente nada, exagerando el hecho, ya que después del 25
de diciembre siguió la carnicería por ambos bandos sin mostrar signos de la
humanidad que tanto se pregonó horas antes.