El fin de la Primera Guerra Mundial se
fijó para el 11 de noviembre de 1918 a las 11:00 am, dándose seis horas para que los mandos ordenaran el
alto al fuego. Sin embargo, durante esas seis horas murieron casi 11 mil hombres. Las razones fueron variadas. Por
ejemplo, hubo rumores que decían que no habría otra guerra, así que muchos
oficiales se alarmaron y, buscando mejorar su hoja de servicio y lograr
ascensos, lanzaron ofensivas sin sentido. Uno de ellos fue un general
estadounidense de apellido Wrigth, que decide tomar el pueblo de Stenay, que
tenían los alemanes, y que fue saldada con 300 bajas.
Algunos de las bajas fueron las
siguientes:
El soldado George Edwin Ellison, de 40
años, murió horas antes del fin del conflicto cuando su patrulla intercambia
disparos con alemanes, recibiendo un balazo en la cabeza.
Augustin Trébuchon, soldado francés, fue
encomendado a llevar un mensaje a la 163ª división de infantería que se ubicaba
en las Ardenas cuando fue alcanzado por una bala cerca de las vías del ferrocarril.
George Lawrence Price era un soldado
canadiense destacado en Mons, cerca de Havre, que decide hacer caso omiso a un
compañero que le dice que no salga a tomar unas flores que le ofrecen unos
niños, y es alcanzado por la bala de un francotirador. Son las 10:58 am. Tal
vez sea el último muerto de la guerra.
Pero el caso más absurdo fue el de Henry
Nicholas John Gunter de 23 años. Su compañía avanza a hacia Metz cuando
soldados alemanes disparan al aire alertando de sus presencia. El sargento que
manda el pelotón donde esta Henry Nicholas ordena que nadie se mueva; todos
saben que faltan minutos para el fin de la guerra. Sin embargo Henry carga a
bayoneta calada contra los alemanes, quienes le gritan que se detenga, y al no
hacerlo y casi teniéndolo encima, le disparan.
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