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domingo, 27 de marzo de 2016

Ricardo III


Ricardo III, el último rey de los York, ha sido uno de los reyes más repudiados en Inglaterra, gran parte de ello se debe a la obra de Shakespeare “Ricardo III”, donde lo presenta como un hombre cruel, ambicioso, corrupto y jorobado. Pero aquel hombre que gobernó del 26 de junio de 1483 al 22 de agosto de 1485, fecha en la que murió, dejaba un mar de dudas acerca de su muerte, donde fue enterrado y cómo era en realidad.

Nacido el 2 de octubre de 1452, era el duodécimo hijo del tercer duque de York y de Cecilia Neville. Su padre murió durante la Guerra de las Rosas, quedando bajo tutela de su tío Richard Neville, quién después se convirtió en su suegro ya que se casó con su hija Anne Neville.  Tenía ocho año cuando su hermano mayor se convirtió en Enrique IV y al morir éste su hijo Eduardo V fue nombrado monarca con doce años y quedando Ricardo como tutor del rey, sin embargo el joven soberano fue enviado a la torre de Londres donde de forma sospechosa desapareció, lo cual permitió que Ricardo fuera coronado el 6 de julio de 1483. Dos años después se enfrentó a Enrique Tudor y pese a contar con más hombre que su rival fue traicionado por sus hombres de confianza y murió en la batalla.

La leyenda cuenta que su cuerpo fue exhibido y apaleado por los vencedores antes de ser echado al río Soar. Sin embargo el cronista de la época Johm Rous sostuvo que su cuerpo se encontraba en el coro de la iglesia franciscana de Leicester. Como no era un monarca querido su cuerpo permaneció desaparecido más de quinientos años hasta que la Sociedad de Ricardo III se dio a la tarea de encontrar su cuerpo, buscando durante años su paradero, y encontrándolo en 2012, debajo de un estacionamiento público de Leicester. Para exhumarlo fue necesario conseguir 34 mil libras. El 22 de agosto de 2012 se iniciaron los trabajos y a los pocos días se encontraron no solo los cimientos de la iglesia sino un esqueleto en el coro de lo que fue la iglesia.

Se notaba que el cuerpo había sido depositado de forma apresurada ya que no tenía ataúd, solo le faltaban los pies, correspondía a un adulto con esclerosis y heridas de guerra; todo parecía indicar que era Ricardo III. Los rayos X mostraban a un hombre blanco, de unos 35 años (murió a los 32) de 1.61 de estatura (alto para la época) y con rasgos similares al monarca. Los estudios de carbono 14 indicaron que su muerte fue entre la segunda mitad del siglo XV y la primera del XVI, fechas que coincidían con su muerte. Los resultados de ADN confirmaron que se trataba de Ricardo III, también que pocas horas de morir había comido alimentos en mal estado. Así mismo se pudo detallar que recibió once heridas en la cabeza, que su rostro no fue tocado para que se le pudiera reconocer, que tenía artritis, que llevaba su armadura completa y que su herida en la mandíbula era por una arma blanca, como daga o cuchillo, además de ser rubio y de ojos azules.

El 26 de marzo del 2015 fue enterrado en la catedral de Leicester.

Sin embargo, la gran mayoría de la gente se quedara con la imagen de la frase inmortalizada por Shakespeare: “¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”.


domingo, 28 de febrero de 2016

Los últimos muertos de la Primera Guerra Mundial


El fin de la Primera Guerra Mundial se fijó para el 11 de noviembre de 1918 a las 11:00 am, dándose  seis horas para que los mandos ordenaran el alto al fuego. Sin embargo, durante esas seis horas murieron casi 11 mil  hombres. Las razones fueron variadas. Por ejemplo, hubo rumores que decían que no habría otra guerra, así que muchos oficiales se alarmaron y, buscando mejorar su hoja de servicio y lograr ascensos, lanzaron ofensivas sin sentido. Uno de ellos fue un general estadounidense de apellido Wrigth, que decide tomar el pueblo de Stenay, que tenían los alemanes, y que fue saldada con 300 bajas.

Algunos de las bajas fueron las siguientes:

El soldado George Edwin Ellison, de 40 años, murió horas antes del fin del conflicto cuando su patrulla intercambia disparos con alemanes, recibiendo un balazo en la cabeza.

Augustin Trébuchon, soldado francés, fue encomendado a llevar un mensaje a la 163ª división de infantería que se ubicaba en las Ardenas cuando fue alcanzado por una bala cerca de las vías del ferrocarril.

George Lawrence Price era un soldado canadiense destacado en Mons, cerca de Havre, que decide hacer caso omiso a un compañero que le dice que no salga a tomar unas flores que le ofrecen unos niños, y es alcanzado por la bala de un francotirador. Son las 10:58 am. Tal vez sea el último muerto de la guerra.


Pero el caso más absurdo fue el de Henry Nicholas John Gunter de 23 años. Su compañía avanza a hacia Metz cuando soldados alemanes disparan al aire alertando de sus presencia. El sargento que manda el pelotón donde esta Henry Nicholas ordena que nadie se mueva; todos saben que faltan minutos para el fin de la guerra. Sin embargo Henry carga a bayoneta calada contra los alemanes, quienes le gritan que se detenga, y al no hacerlo y casi teniéndolo encima, le disparan.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Diciembre de 1914



Uno de los sucesos más curiosos de la Primera Guerra Mundial se dio en los primeros meses, específicamente el 24 de diciembre de 1914.  La frase de “volveremos antes de navidad” era solo una ilusión; los hombres estaban por primera vez en diciembre fuera de casa. En el frente de Ypres, Francia, la séptima división de húsares británicos que defendía Northumberland escuchan movimientos de muchas personas en el frente enemigo. Además, una luz difusa se percibe cada vez que alguien entra o sale de las trincheras alemanas. El centinela Tom Brough piensa  qué redactará en el parte, pero una duda lo asalta: ¿debería avisar el movimiento inusual de hombres en la trinchera enemiga antes de que sea demasiado tarde? Mientras piensa que hacer, varias lucecitas se elevan en la trinchera alemana; no son bengalas porque apenas se alzan un metro encima del suelo. Muchas mas luces se ven, hasta que se divisan árboles de navidad en las filas alemanas; también se escucha la clásica  canción “Noche de paz”.

Así fue como inició un hecho único en la guerra: soldados enemigos confraternizarán las siguientes horas. Se regalarán productos, se mostrarán fotos de novias, esposas, hijos, madres, intercambiarán bebidas, cantarán villancicos y hasta jugarán un partido de futbol. La tierra de nadie es ahora la tierra de todos. Una decisión que se tomó sin el aval de los altos mandos, que disfrutaban de oficinas espaciosas, recámaras cómodas y calientes; esto fue respaldado por los mandos medios, los de bajo rango. Al caer la tarde del 25 de diciembre cada quien regresa a su trinchera.

Pero la noticia corre como reguero de pólvora. En los dos bandos confraternizar con el enemigo es un delito de alta traición. Se confiscarán las fotos de ese momento, aunque muchas de ellas llegarán a la prensa. Se censurarán cartas relatando lo sucedido y se evitará que en futuras ocasiones algo así pudiera suceder.

Este suceso ha sido usado durante muchos años como una muestra de cómo la navidad une a las personas; aquellos enemigos se vuelven amigos de forma milagrosa; ahora sí todos somos hermanos. Sin embargo, estudios recientes han mostrado que más que una toma de conciencia de los soldados ante una guerra que no era lo que esperaban, fue un arrebato de sentimentalismo de ambas partes, sin cambiar realmente nada, exagerando el hecho, ya que después del 25 de diciembre siguió la carnicería por ambos bandos sin mostrar signos de la humanidad que tanto se pregonó horas antes.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Anécdotas Filosóficas


La idea erróneamente extendida de que los filósofos griegos vivían aislados, dista de lo inmersos que estaban en la sociedad de su tiempo, tanto que tuvieron muchos seguidores en los distintos estratos sociales. Ese vivir cotidiano dio lugar a algunas anécdotas curiosas:

Tales de Mileto
En cierta ocasión fue sacado de su casa por una anciana para que le hablara de las estrellas. Éste, por estar mirando al cielo, se cayó en un hoyo y cuando le pidió ayudar a la mujer, ésta contestó muerta de la risa: “¡Ay Tales! ¡Pretendes conocer lo que está en el cielo, cuando ni notas lo que tienes a tus pies?”.

Diógenes
Cierto día pasó por la academia de Platón (quién lo detestaba) y vio como el antiguo discípulo de Sócrates defendía ante sus alumnos que el hombre era un animal bípedo sin plumas. Causándole gracia, Diógenes tomó un gallo, lo desplumó y lo lanzó en medio de la escuela exclamando: “¡Ahí va un hombre Platón!”

En otra ocasión encontró a Platón discutiendo su “mundo de las ideas”. Se le acercó y le dijo: “Pues mira, Platón, que yo veo esta mesa y este vaso; pero no la “meseidad” ni la “vaseidad”.

Un día estaba tumbado en el suelo y casi desnudo tomando el sol cuando se le acercó Alejandro Magno y le dijo: “Pídeme lo que quieras”. Diógenes contestó: “Pues apártate y no me hagas sombra”. Alejandro se marchó y se dijo: “Si no fuera Alejandro, yo quisiera ser Diógenes”.

Demócrito
Preocupados por su supuesta enfermedad mental, ya que se reía constantemente, los conciudadanos de este filósofo, llamaron al afamado médico Hipócrates para examinarlo. Después de hacerlo, Hipócrates declaró: “Demócrito ni delira ni está loco, sino que es el hombre más sensato de nuestro tiempo”.

Aristipo
En cierta ocasión una meretriz le aseguró que estaba embarazada de él. Aristipo le contestó: “Tanto sabes tú eso como con qué espina te has pinchado cuando caminas por un campo lleno de ellas”.


Contrario a su maestro Sócrates, que nunca aceptó dinero por sus enseñanzas, Aristipo se hizo de una gran fortuna enseñando a sus “clientes” cómo usar el dinero. Cuando Sócrates le preguntó de dónde había sacado tanto, respondió: “De donde tú sacaste tan poco”.

lunes, 28 de septiembre de 2015

El barco de Oseberg


El barco de Oseberg es el navío más lujoso hallado. En agosto de 1903 el profesor Gabriel Gustafson de la Universidad de Oslo, recibió la visita del granjero Knut Rom quién le notificó que debajo de un túmulo de su propiedad había lo que parecía ser un barco. Dos días después el arqueólogo se trasladó al lugar e identificó lo que parecía ser una nave funeraria vikinga; sin embargo debido a la cercanía del invierno no pudo comenzar la excavación, así que solo cubrió el túmulo y durante el invierno buscó recursos para su financiación.

Para el verano de 1904 los trabajos comenzaron bajo una enorme expectación. La excavación duro tres meses y sacó a luz un barco profusamente decorado de 21-5 metros de eslora por 6.5 de manga, que contenía una cámara  funeraria con dos restos de mujeres tendidas en camas. El carecer de metales mostraba que había sido profanada aunque contenía objetos de madera, textiles y ofrendas, logrando rescatar cinco camas, cuatro trineos, varias vestimentas, zapatos y peines, así como artículos de navegación, agricultura y cocina.

También se hallaron animales sacrificados, tales como caballos, seis perros y dos vacas. El barco se desarmó y estaba constituido en su totalidad con roble y se dató en inicio de la construcción en 820 y en 834 la cámara funeraria, fecha supuesta de la muerte de las dos mujeres.

Los vikingos no tenían un rito único de enterramiento, todo dependía del lugar que ocupaban en la sociedad los fallecidos; la cremación y la inhumación era lo más común y en ambos casos tanto las cenizas como el cuerpo se colocaban en tumbas personalizadas. Los barcos funerarios son los que más llaman la atención ya que se introducía al fallecido junto con sus ofrendas para después enterrar el barco. Todo parece indicar que el barco de Oseberg fue expresamente construido como tumba, ya que no existen muestras de uso en ninguno de sus remos. Su restauración tardó veintiún años, reconstruyéndose el 90% con el roble original y bajo un procedimiento químico. En 1926 se trasladó con mucho cuidado en un ferrocarril expresamente habilitado para ello, al Museo de Barcos Vikingos, en Oslo.

Durante mucho tiempo se consideró que había sido reconstruido  fielmente. Sin embargo, cuando se realizó una réplica en 1987 y se quiso comprobar su navegación, éste se hundió el mismo día. Después de una exhaustiva investigación, se determinó que la nave original era más ancha tanto en la proa como debajo de la línea de flotación. Hoy en día se está trabajando en una nueva réplica que ya ha sido probada con éxito en un tanque de pruebas.

Sin embargo el mayor misterio del barco radica en sus tripulantes. El origen de las dos mujeres sigue generando dudas a los especialistas, ya que el origen y rol social de ellas son una incógnita.  Según pruebas recientes, la mujer más grande tenía entre setenta y ochenta año y probablemente murió de cáncer. Su compañera tenía aproximadamente cincuenta años y no se sabe de qué murió; pero lo que sí se conoce es que por su estructura ósea haya sido de la región del mar Negro y todo indica que tenía un status social alto. Pero la conexión entre ambas no es clara.

Algunas hipótesis apuntan a que eran familiares, pero el pésimo estado de los huesos de la anciana impiden hacer estudios genéticos. Otra posibilidad apunta a que la más joven era esclava de la anciana y fue sacrificada unto a ésta, práctica común en los vikingos. Algunos sostienen que ambas eran hechiceras o sacerdotisas. Y la más aventurada apunta a que la mayor era Asa, abuela de Harold I, rey de Noruega.


Lo único seguro es que alguna de las dos pertenecía a un rango elevado, ya que los vikingos solían ubicar barcos funerarios cerca de núcleos de poder.