Seguidores

miércoles, 30 de julio de 2014

Esclavos de África


El viaje de un esclavo africano a América  era verdaderamente devastador: caminaban a pie y esposados en hilera hasta la costa entre ocho y nueve kilómetros diarios, lo cual los hacía avanzar hasta treinta kilómetros al día bajo la mirada de guardias armados. Durante el trayecto los negreros tenían que pagar varios peajes e impuestos que encarecían el producto, sumándole que no todos llegaban para ser embarcados. Se calcula que a finales del siglo XVIII la mitad se perdía por muertes o fugas.

Llegados a la costa tenían que esperar ser vendidos, cosa que podía suceder meses después. Cuando surgía algún comprador, antes de cerrar el trato eran revisados por el medico negrero quien les revisaba la boca, los genitales y los músculos, y los marcaba con hierro candente, frotando antes su piel con aceite de palma o cera para mitigar el dolor. Ya embarcados, los esclavos permanecían con grilletes hasta perder de vista la costa, esto para evitar que se rebelasen, se suicidaran golpeándose la cabeza, arrojándose al mar o dejándose morir.

En el barco eran hacinados de 400 a 600 humanos en el llamado “parque de negros”, que no era otra cosa que un espacio de 50 centímetros por persona y donde viajarían todo el trayecto con magras condiciones de higiene, mucho calor, poco aire y malo, esto debido a los vómitos y defecciones humanas. La alimentación era sumamente mala, lo que solo ocasionaba que muchos murieran; pero esa no era la única causa de muerte, los castigos, los suicidios, la represión a las insurrecciones contribuían a ello. Solo eran sacados a cubierta para tomar aire rociarlos con vinagre para que no enfermaran y hacerlos bailar para que no se entumecieran. Se calcula que durante el siglo XVII morían en el trayecto entre el 25 y el 28 porciento de los cautivos, porcentaje que se redujo en un 11% un siglo más tarde. Para finales del siglo XIX había aumentado a un 15% debido a que al ser clandestino las condiciones volvieron a empeorar.

Llegados a América eran bañados para su venta. Se les exhibía al público en un cercado, donde agentes de plantadores los compraban,  otros eran  subastados  y los que quedaban eran vendidos en lotes. La venta nunca se hacía ni por familia o grupos étnicos, siempre tenía que hacerse por separado.


Esto distaba mucho del esclavo africano que sí tenía derechos, como por ejemplo, sus hijos nacían libres, no estaba obligado a trabajar más que el libre, no tenía los peores trabajos, otro lo podía liberar, obtenía un usufructo por su trabajo e incluso podía llegar a participar en la política, como varios esclavos que llegaron a ser reyes. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario