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jueves, 21 de agosto de 2014

Castratis



Durante los siglos XVII y XVII, en Italia, unos 4000 muchachos eran castrados cada año esperando que triunfaran como cantantes, pero solo entre un 10% y un 15% llegaban a vivir de eso, y solo el 1% eran famosos. Las familias pobres eran caldo de cultivo para surtir a aquellos que, decían, cantaban cómo ángeles. En el reino de Nápoles se permitía que los campesinos de más de cuatro hijos varones castraran a uno para ponerlo al servicio de la iglesia. La castración con fines musicales se concentró en Italia, donde la iglesia mantuvo una postura ambigua al respecto: por un lado la condenaba, pero a su vez acogía a los mejores castrati para sus coros. La demanda solo alimentó un negocio que se convirtió clandestino de cirujanos y barberos que se dedicaban a castrar niños. 

La ópera acaparó a los que fueron denominados como “el tercer sexo”, aquellos con voces privilegiadas que eran consideradas un don divino. Los castrati eran considerados divos en su tiempo (hoy podríamos llamarlos rockstars). Eran sumamente caprichosos, excéntricos y cobraban sumas exorbitantes por sus presentaciones. Caso conocido el de Siface, quién rechazó una invitación a la corte más prestigiada, glamurosa y lujosa de su tiempo: la de Luis XIV, el famoso “rey sol”. El castrato más famoso es, sin duda, Carlos Brosch, más conocido como Farinelli, de quién se decía podía reproducir 250 notas sin tomar aire. El ocaso de éstos cantantes se inició en el siglo XVIII, y se debió a varias razones. Primero las mujeres fueron tomando los papeles que antes ellos tenían, y segundo, el gobierno italiano prohibió la castración y Roma vetó los coros. 

Alejandro Moreschi fue uno de los últimos castrati que se sabe, pero la singularidad de éste personaje radica en es la única grabación de un castrati, de los que se tiene registro. Tenía 44 años al momento de la grabación, en 1902, y falleció olvidado en 1922.


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