La idea erróneamente extendida de
que los filósofos griegos vivían aislados, dista de lo inmersos que
estaban en la sociedad de su tiempo, tanto que tuvieron muchos seguidores en
los distintos estratos sociales. Ese vivir cotidiano dio lugar a algunas anécdotas
curiosas:
Tales de Mileto
En cierta ocasión fue sacado de
su casa por una anciana para que le hablara de las estrellas. Éste, por estar
mirando al cielo, se cayó en un hoyo y cuando le pidió ayudar a la mujer, ésta
contestó muerta de la risa: “¡Ay Tales! ¡Pretendes conocer lo que está en el
cielo, cuando ni notas lo que tienes a tus pies?”.
Diógenes
Cierto día pasó por la academia
de Platón (quién lo detestaba) y vio como el antiguo discípulo de Sócrates
defendía ante sus alumnos que el hombre era un animal bípedo sin plumas. Causándole
gracia, Diógenes tomó un gallo, lo desplumó y lo lanzó en medio de la escuela
exclamando: “¡Ahí va un hombre Platón!”
En otra ocasión encontró a Platón
discutiendo su “mundo de las ideas”. Se le acercó y le dijo: “Pues mira,
Platón, que yo veo esta mesa y este vaso; pero no la “meseidad” ni la “vaseidad”.
Un día estaba tumbado en
el suelo y casi desnudo tomando el sol cuando se le acercó Alejandro Magno y le
dijo: “Pídeme lo que quieras”. Diógenes contestó: “Pues apártate y no me hagas
sombra”. Alejandro se marchó y se dijo: “Si no fuera Alejandro, yo quisiera ser
Diógenes”.
Demócrito
Preocupados por su supuesta
enfermedad mental, ya que se reía constantemente, los conciudadanos de este filósofo,
llamaron al afamado médico Hipócrates para examinarlo. Después de hacerlo,
Hipócrates declaró: “Demócrito ni delira ni está loco, sino que es el hombre
más sensato de nuestro tiempo”.
Aristipo
En cierta ocasión una meretriz le
aseguró que estaba embarazada de él. Aristipo le contestó: “Tanto sabes tú eso
como con qué espina te has pinchado cuando caminas por un campo lleno de ellas”.
Contrario a su maestro Sócrates,
que nunca aceptó dinero por sus enseñanzas, Aristipo se hizo de una gran
fortuna enseñando a sus “clientes” cómo usar el dinero. Cuando Sócrates le
preguntó de dónde había sacado tanto, respondió: “De donde tú sacaste tan poco”.