“El oficial inglés entrega al
herido (alemán) manchado con su propia sangre, saluda mudamente y va alejándose,
convencido de que apenas le queda vida para volver a los suyos. Un capitán
alemán lo abraza (y) en un arranque de admiración se quita la Cruz de Hierro
que lleva en su pecho y la coloca en el del inglés. (…) Cuando el oficial
vuelve a su trinchera (…) cae en los brazos de sus soldados. Los jefes le
dieron una segunda cruz, la Victoria Cross, que únicamente se concede por
hechos famosos. Veinticuatro horas después aún obtuvo una tercera cruz: una
cruz de madera que se yergue sobre un montículo, en medio del campo inmenso
arado por los proyectiles, agujereado por las explosiones, minado por el brazo
humano…”, relato citado por Vicente
Blasco Ibañez en su libro “Crónica de la Guerra Europea de 1914”…