Cristina de Pizán fue la primera
mujer a quién podríamos considerar que vivió de la escritura. Nacida en Venecia
en 1363, pasó la mayor parte de su vida en París, donde su padre, que era
médico y astrologo, los llevó a
invitación de Carlos V. Su curiosidad y afán de conocimientos hizo que su padre
le diera una educación que rompía con las formas normales de enseñanza para las
mujeres de aquel tiempo, pese a la negativa de su madre quién quería instruirla
en las disciplinas propias de la mujer de su época. A los 15 años se casó con
el notario y secretario real Étienne du
Castel en una boda arreglada, viviendo diez felices años y teniendo 3 hijos con
él.
La muerte de su padre y después de su esposo (de quién nunca adoptó su
apellido) la dejaron con dolor y desesperanza. Con 25 años y tres hijos, tenía
que buscar el sustento de su familia; lo primero que hizo fue interponer varios
juicios donde reclamaba una deuda pendiente de la Corte, teniendo que vender
todo objeto de valor que poseía para sostenerse. Para ese tiempo comienza a
componer baladas, rondós y de poemas donde habla de la esperanza, el amor y la
ausencia. Pero no solo eso escribió, ya que se le encargaban tratados de
política, derecho, estrategia y hasta biografías, siendo la más representativa
la de Carlos V, rompiendo así la tradición de que los monjes de Saint-Denis la
escribieran. Pero sin duda lo que más será recordado de ella fue su defensa por
los derechos de la mujer. El París que
ella vivió estaba envuelto en la “Querella de la mujeres”, debate filosófico sobre las diferencia entre
los sexos, siendo la primera mujer que participo en éste, criticando duramente un poema de Jean de
Meung que denostaba a las mujeres.
Para 1405 publicó “La ciudad de las Damas”,
obra que desafiaba las ideas misóginas de su tiempo, recibiendo la condena de
las clases conservadoras pero alcanzando la fama con las mujeres cultas, entre
ellas la reina Isabel de Baviera quien le dio todo el apoyo posible.
Retirándose al monasterio de Poissy debido a la guerra civil y la invasión
inglesa, es allí donde escribe su última obra, “Dechado sobre Juana de Arco”,
en donde celebraba las cualidades de la heroína francesa. Al morir, sus
escritos fueron relegados al olvido, recuperados hasta el siglo XX por
feministas que la consideraron precursora de su movimiento.
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